Dios prepara a los Santos


En nuestra vida de seres humanos, es común que  nos quejemos de las situaciones que  nos suceden: inconveniencias, injusticias, lo que nos falta, dificultades en la familia, tragedias o enfermedades. Nos rebelamos, repudiamos el dolor, no comprendemos los porqués, los paraqués...  

Pero Cristo nos invita siempre a tomar nuestras cruces y seguirle, a ser humildes y poner la otra mejilla, a descubrir en las situaciones difíciles el regalo escondido, la perla de gran precio, aquello que no podemos ver todavía porque nos ciegan las lagrimas, la rabia, o la incomprensión.

 Dios en su infinita misericordia y sabiduría ha sabido guardar estos regalos de nuestros ojos, solo nos permite atisbar el brillo, quizás por un segundo para que no perdamos la esperanza completamente. Porque hace esto Dios? He pensado que quizás es para que no nos deslumbremos, guardar de nuestros sentidos la perla, para que no nos detraigamos de lo esencial… hasta que aquel día del premio llegue…

Pero nos parece desproporcionada esta invitación, imposible esta meta, demasiado difícil para nuestras propias fuerzas, que no son fuerzas, sino debilidades…

El secreto de la santidad  radica en el estar atentos y abiertos a dejar que Dios obre en medio de nuestras resistencias, en medio de nuestras rebeldías. En medio de nuestras miserias, pecados, dudas, incongruencias…Ir mas allá de nuestros conceptos, y de nuestros sentimientos…

En pedir no hay error, dicen por ahí, pedir que Dios obre en  medio de nuestro lodo, pedir que el tome las riendas del caballo desbocado…que el calme la tormenta  los huracanes de nuestro interior.

La mayoría de los Santos has sido probados en el crisol, a través de situaciones difíciles de vida, tragedias, o sequedades espirituales, probados y preparados, y al mismo tiempo regalados, dotados, con la Gracia necesaria para perseverar.

Cuando estamos enfrentados a situaciones en las que nos sentimos impotentes, fuera de control, o sin esperanza es necesario recordar que somos pequeños niños en manos de un Dios de poder, un Dios de orden, un Dios de Esperanza…

Nosotros también estamos llamados a la santidad, los santos no fueron personas que no dudaron, o que no tuvieron rebeldías interiores, sino aquellos que en medio de ellas  reposaron confiados en este Dios de amor, dándoles las riendas de sus vidas.

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